Hasta el 40% de los tatuajes provocan reacciones adversas. El color que con más frecuencia se asocia a reacciones adversas es el rojo. La mayoría son reacciones pasajeras, como prurito, hinchazón o infecciones por bacterias, virus u hongos. Las reacciones persistentes pueden aparecer hasta semanas o años después de realizarse el tatuaje y pueden ser de tipo alérgico, tóxico o reacciones a cuerpos extraños. Se manifiestan como eritema, prurito permanente, descamación, queratosis, ampollas, etc..., generalmente limitadas al área del tatuaje con ocasional generalización.
Además, pueden provocar brotes de enfermedades de la piel como psoriasis, liquen plano, vitíligo, granulomas o también desencadenar enfermedades autoinmunes (p.ej. lupus eritematoso, morfea, etc...).
Con el tiempo y por efectos de la luz ultravioleta, los pigmentos de los tatuajes pueden desaparecer, extenderse en el alrededor o convertirse en alergenos, sustancias tóxicas o hasta cancerígenas.